En el marginalismo, como en Adam Smith, hay una importante dosis de fe en las bondades de la concurrencia. Sus creencias atribuyen una propiedad grupal o colectiva a la multitud de oferentes y consumidores que negocian en el mercado. Con la concurrencia se alcanza un don socialmente deseable, la meta soñada, objeto de nuestras ilusiones, se le denomina precio de equilibrio. Más información en la página 33 "Los neoclásicos y Keynes", apartado 1.5 "Las supuestas bondades de la concurrencia"
Cap comentari:
Publica un comentari a l'entrada
Muchas gracias por su comentario.